17/6/17

EL PUNTO OMEGA (II)


Mientras que Santo Tomás de Aquino vivió en una época en que coexistían la religión y la filosofía cada una con su verdad, Pierre Teilhard de Chardin vive en una época en que coexisten y compiten ciencia y religión. Así como Santo Tomás pertenece tanto a la filosofía como a la religión, y las compatibiliza en una verdad única, Teilhard de Chardin pertenece tanto a la religión como a la ciencia, y trata de compatibilizarlas en una única verdad y dice:

La originalidad de mi creencia consiste en que tiene sus raíces en dos campos de la vida habitualmente considerados como antagonistas. Por educación y formación intelectual, yo pertenezco a los Hijos del Cielo, pero por temperamento y por estudios profesionales, yo soy un Hijo de la Tierra. Situado así por la vida en el corazón de dos mundos de los que conozco, por una experiencia familiar, la teoría, la lengua y los sentimientos, no he erigido ningún tabique interior, sino que he dejado que actúen en plena libertad una sobre otra, en el fondo de mí mismo, dos influencias aparentemente contrarias. Después de treinta años consagrados a perseguir la unidad interior, tengo la impresión de que se ha operado, naturalmente, una síntesis entre las dos corrientes que me solicitan. Una no ha matado a la otra. Hoy creo, probablemente, más que nunca en Dios y desde luego, más que nunca en el mundo”.

Está aquí, a una escala individual, la solución particular, esbozada al menos, del gran problema espiritual con el que choca en la hora presente, el frente de avance de la humanidad. (Citado en Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin de Claude Tresmontant - Taurus Ediciones)

Los escritos de Teilhard de Chardin tratan de ser estrictamente científicos, si bien luego podrán ser interpretados desde una visión cristiana. Al respecto se citan algunas aclaraciones que aparecen en distintos escritos:
Las páginas que siguen no tratan de presentar directamente ninguna filosofía; pretenden, por el contrario, extraer su fuerza del cuidado que se ha tenido en evitar todo recurso a la metafísica. Lo que se proponen es expresar una visión tan objetiva e ingenua como sea posible de la Humanidad considerada (en su conjunto y en sus conexiones con el Universo) como un fenómeno. Ni explícitamente, ni implícitamente, se ha introducido en nuestros desarrollos la noción de lo mejor absoluto, o la de causalidad, o la de finalidad. Una ley experimental, una norma de sucesión en la duración, esto es lo que presentamos a la sabiduría positiva de nuestro siglo”.
Quede bien entendido, en primer lugar, que en lo que sigue, me limito expresamente como es conveniente, al terreno de los hechos, es decir, al dominio de lo tangible y de lo fotografiable. Al discutir, como sabio, perspectivas científicas, debo atenerme y me atendré estrictamente, al examen del orden de las apariencias, es decir, de los fenómenos.

Sobre el sentido de la evolución, Theilard de Chardin dice:

Desde la religión o desde la filosofía se habla de la finalidad del universo, o de la finalidad del hombre, como si mediante la revelación o mediante la razón pudiéramos descubrir la voluntad explícita del Creador. En cambio, desde la ciencia sólo podemos hablar de un sentido, como una tendencia observable de la evolución del universo, o de la humanidad. Luego, a partir de este sentido, es posible hablar de una finalidad implícita, o finalidad aparente”.

La evolución es la expresión de la ley estructural (a la vez de ser y de conocimiento) en virtud de la cual nada, absolutamente nada, podría entrar en nuestra vida y visión más que por vía del nacimiento, sinónimo, en otros términos, de la pan-interligazón temporal-espacial del Fenómeno. No fue hasta el siglo XIX, bajo la influencia de la Biología, cuando fue descubierta la coherencia irreversible de todo lo que existe. La menor molécula de carbono está en función, por naturaleza y por posición, del proceso sideral total; y el menor protozoario está tan estructuralmente mezclado con la trama de la Vida, que su existencia no podría ser anulada, por hipótesis, sin que se deshiciese ipso facto la red entera de la Biosfera. La distribución, la sucesión y la solidaridad de los seres, nacen de su concrescencia en una génesis común. El tiempo y el espacio se unen orgánicamente para tejer, los dos juntos, la Tela del Universo”.

Fuente: Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin - Claude Tresmontant - Ediciones Taurus.

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