3/1/17

EL ZODIACO Y SU ANTIGÜEDAD (IV)


Ya sea ario o egipcio, el origen del Zodíaco es sin embargo de una antigüedad inmensa. Simplicio, en el siglo VI de Cristo, escribe que siempre había oído que los egipcios habían conservado observaciones y anales astronómicos durante un período de 630.000 años. Esta declaración parece asustar a Gerald Massey, quien sobre este particular observa que: Si interpretamos este número de años por el mes que los egipcios llamaban año según dice Euxodo, o sea un curso de tiempo, esto daría aún la duración de dos ciclos de precesión (51.736 años).
Diógenes Laertius hacía remontar los cálculos astronómicos de los egipcios a 48.863 años antes de Alejandro el Grande. Martiano Capella corrobora esto diciendo a la posteridad que los egipcios habían estudiado secretamente la astronomía por más de 40.000 años, antes de que comunicaran sus conocimientos al mundo.

En Natural Génesis se hacen algunas citas valiosas con el objeto de apoyar las teorías del autor, por ejemplo, se hace la cita siguiente de la Vida de Sulla de Plutarco:
Un día que el firmamento estaba sereno y claro, se oyó en el sonido de una trompeta, tan fuerte, agudo y melancólico, que llenó de espanto y de asombro al mundo. Los sabios toscanos dijeron que presagiaba una raza nueva de hombres, y una renovación del mundo; pues aseguraban que había ocho clases distintas de hombres, todos diferentes en vida y costumbres; y que el Cielo les había señalado a cada uno su tiempo, que estaba limitado por el círculo del gran año” (25.868 años).

Esto recuerda mucho nuestras Siete Razas de hombres, y la octava, el “hombre animal”, descendiente de la última Tercera Raza; así como también la sucesiva sumersión y destrucción de los continentes que por fin concluyeron con casi toda aquella Raza.

Jámblico dice: No solamente han conservado los asirios los anales de sus veintisiete miríadas de años (270.000 años) como dice Hiparco, sino también todos los apocatástasis y períodos de los Siete Regentes del Mundo. Esto se aproxima en cuanto es posible al cálculo de la doctrina esotérica. Porque se conceden 1.000.000 de años a nuestra Raza Raíz actual (la Quinta), y sobre 850.000 años han pasado desde la sumersión de la última gran isla que formaba parte del continente de los Atlantes, la Ruta de la Cuarta Raza, los Atlantes; mientras que Daitya, pequeña isla habitada por una raza mixta, fue destruida hace unos 270.000 años durante el Período Glacial o en su proximidad.
Pero los Siete Regentes, o las siete grandes Dinastías de los Reyes Divinos, pertenecen a la tradición de todo gran pueblo de la antigüedad. Siempre que se menciona el doce, se refiere invariablemente, a los doce signos del Zodíaco.
Tan patente es este hecho, que los escritores católico romanos, especialmente los ultramontanos franceses, han acordado tácitamente relacionar los doce Patriarcas Judíos con los signos del Zodíaco. Esto se hace de un modo profético-místico que suena a los oídos piadosos e ignorantes como una prueba portentosa, un reconocimiento tácito divino del “pueblo escogido por Dios”, cuyo dedo ha trazado intencionalmente en el cielo, desde el principio de la creación, el número de estos patriarcas.

Es bastante curioso que estos escritores, entre ellos De Mirville, reconozcan todas las características de los doce signos del Zodíaco en las palabras dirigidas por el moribundo Jacob a sus hijos, y en sus definiciones del futuro de cada tribu. Además, las banderas respectivas de las mismas tribus, se dice que han exhibido los mismos símbolos y los mismos nombres que los signos, repetido en las doce piedras del Urim y Thummim, y en las doce alas de los dos Querubines.

Dejando a los referidos místicos la prueba de la exactitud de la supuesta correspondencia, nos concretamos a citarla como sigue:
El Hombre, o Acuario, está en la esfera de Rubén, que se declara tan “inestable como el agua” (la Vulgata, dice: corriendo como el agua”); Géminis, en la de Simeón y Leví, a causa de su estrecha asociación fraternal; Leo, en la de Judá, “el León fuerte” de su tribu, “el cachorro del León”; Piscis, en la de Zabulón, que “morará al abrigo del mar”; Tauro, en la de Issachar, por ser “un asno fuerte descansando”, y por tanto asociado a los establos; Virgo-Escorpión, en la de Dan, que está descrito como “una serpiente, una culebra que muerde en el sendero”; Capricornio, en la de Naphtalí, que es “una cierva (venado) en libertad”; Cáncer, en la de Benjamín, porque es “voraz”; Libra, la Balanza, en la de Aser, cuyo “pan será nutritivo”; Sagitario, en la de José, porque “su arco pronostica la fuerza”. Por último, para el duodécimo signo, Virgo, independiente de Escorpión, tenemos a Dinah, la hija única de Jacob.
La tradición muestra a las supuestas tribus llevando los doce signos en sus estandartes. Pero en efecto, además de lo dicho, la Biblia está llena de símbolos y personificaciones teo-cosmológicos y astronómicos.

Fuente: La Doctrina Secreta Vol. II

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