30/1/15

EL ENIGMA DE LOS AKPALLUS


Existen tres versiones relativas a los Akpallus, que datan de las épocas clásicas pero todas ellas tienen su origen en Beroso, que fue sacerdote de Baal-Marduk en Babilonia en tiempos de Alejandro Magno.

Beroso pudo tener acceso a testimonios cuneiformes y pictográficos de varios miles de años de antigüedad. Recuerdos de la enseñanza de Beroso nutren los textos clásicos, y Carl Sagan se refiere principalmente a los escritos griegos y latinos recogidos en los Antiguos fragmentos de Cory, citando la edición revisada y corregida de 1870.

Encontramos en ella tres relatos:

Relato de Alejandro Polilihistor:

En el primer libro referente a la historia de Babilonia, Beroso declara haber vivido en tiempos de Alejandro, hijo de Filipo. Menciona escritos conservados en Babilonia y relativos a un ciclo de quince decenas de milenios. Estos escritos referían la historia de los cielos y del mar, el nacimiento de la Humanidad, así como la historia de los que detentaban los poderes soberanos. Beroso describe Babilonia como un país que se extendía desde el Tigris hasta el Éufrates y en el que abundaban el trigo, la cebada y el sésamo.

En los lagos, se encontraban las raíces llamadas gongae, comestibles y equivalentes a la cebada en cuanto a valor nutritivo. También había palmeras, manzanos y la mayor parte de frutos, peces y aves que nos son conocidos. La parte de Babilonia que lindara con Arabia era árida; en la que se extendía al otro lado, había fértiles valles. En aquella época, Babilonia atraía a los heterogéneos pueblos de Caldea, que vivían sin ley ni orden, como las bestias de los campos.

En el transcurso del primer año, apareció un animal dotado de inteligencia llamado Ganes, procedente del Golfo Pérsico (referencia al relato de Apolodoro). El cuerpo del animal era parecido al de un pez. Poseía bajo su cabeza de pez., una segunda cabeza. Tenía pies humanos, pero cola de pez. Su voz y su lenguaje eran articulados. Esta criatura hablaba con los hombres durante el día, pero no comía. Les inició en la escritura, en las ciencias y en las distintas artes.
Les enseñó a construir casas, a levantar templos, a practicar el derecho y a utilizar los principios del conocimiento geométrico. Les enseñó también a distinguir los granos de la tierra y a recolectar los frutos. En una palabra, les inculcó todo lo que podía contribuir a suavizar sus costumbres y a humanizarlos. En aquel momento, su enseñanza era hasta tal punto universal, que no pudo ser perfeccionada de manera sensible. Al ponerse el sol, aquella criatura se sumergía en el mar, para pasar la noche en las profundidades porque era «una criatura anfibia».

Relato de Abideno:

Se refiere a la sabiduría de los caldeos. Se dice, en él, que el primer rey del país fue Alorus, que afirmaba haber sido designado por Dios para ser pastor de su pueblo; reinó diez saris. Actualmente se calcula que un sarus equivale a tres mil seiscientos años; un neros, a seiscientos años, y un sosos, a sesenta años. Después de él, reinó Alaparus, durante tres saris.

Le sucedió Amilarus, de Pantibiblon, y reinó por espacio de treinta saris; en su tiempo, una criatura parecida a Oanes, pero mitad deruonio, llamado Annedotus, volvió a surgir del mar. Después, Ammenon, de Pantibiblon, que reinó durante doce saris. Le sucedió Megalarus, también de Pantibiblon, cuyo reinado fue de dieciocho saris.

A continuación, Daos, el pastor oriundo de Pantibiblon, gobernó durante diez saris; en su época, cuatro personajes de doble cara surgieron del mar; se llamaban Euedocus, Eneugamus, Eneubulos y Anementus. Vino después Anodaphus, del tiempo de Euedoreschus. Y le siguieron otros reyes, el último de los cuales fue Sisithrus (Xisuthrus). Hubo en total, diez reyes, y la duración de su reinado fue de ciento veinte saris.

Relato de Apolodoro:

He aquí -dice Apolodoro- la historia tal como nos la transmitió Beroso. Éste nos dice que el primer rey fue el caldeo Alorus, de Babilonia: reinó durante diez saris; después, vinieron Alaparus y Amelon, oriundos de Pantibiblon; después Animenon de Caldea, en tiempos del cual apareció el Annedotus Musarus Oanes, procedente del Golfo Pérsico (Alejandro Polihistor, anticipando el acontecimiento, afirma que tuvo lugar durante el primer año).
En cambio, según el relato de Apolodoro, se trata de cuarenta saris, aunque Abideno no sitúa la aparición del segundo Annedotus hasta después de veintiséis saris). Le sucedió Magalarus de Pantibiblon, quien reinó durante dieciocho saris; después, vino el pastor Daonus, de Pantibiblon, que reinó por espacio de diez saris; en su tiempo (afirma) apareció, procedente del Golfo Pérsico, el cuarto Ànnedotus, que tenía la misma forma que los anteriores, o sea un aspecto que era en parte de pez y en parte de hombre.

Después, Euedoreschus, de Pantibiblon, reinó durante dieciocho saris. Durante su reinado, apareció otro personaje, llamado Odacon. Venía, como el anterior, del Golfo Pérsico, y tenía la misma forma complicada, mezcla de pez y de hombre. (Todos -dice Apolodoro- refirieron con detalle lo que les enseñó Oanes. Abideno no menciona estas apariciones.)

Después, reinó Amempsinus de Laranchae, y, como era el octavo en el orden sucesorio, gobernó durante diez saris. Después, vino Otiartes, caldeo nacido en Laranchae, que reinó durante ocho saris.
Después de la muerte de Otiartes, su hijo Xisuthrus reinó durante dieciocho saris. Fue entonces cuando se produjo el Gran Diluvio.

Relato ulterior de Alejandro Polihistor:
Después de la muerte de Ardates, su hijo Xisuthrus le sucedió, reinando durante dieciocho saris. En esta época tuvo lugar el Gran Diluvio, cuya historia es relatada en la forma siguiente: El Dios Cronos se apareció en sueños a Xisuthrus y le hizo saber que habría un diluvio el día decimoquinto del mes de Daesia, y que la Humanidad sería destruida.
Le ordenó, pues, que escribiese una historia de los orígenes, los progresos y el fin último de todas las cosas, hasta nuestros días; que enterrase estas notas en Sippara, en la Ciudad del Sol; que construyese un barco y se llevase a sus amigos y parientes.

Por último, le mandó que embarcase todo lo necesario para el mantenimiento de la vida, que recogiese todas las especies animales, tanto las que volaban como las que corrían por la tierra, y que se confiase a las profundas aguas.
Al preguntarle al Dios hasta donde debía ir, éste le respondió: «Hasta donde están los dioses.»
En estos fragmentos se afirma claramente el origen no humano de la civilización Sumeria. Una serie de criaturas extrañas se manifiesta en el curso de varias generaciones. Oanes y los otros Akpallus aparecen como «animales dotados de razón», o como seres inteligentes, de forma humanoide, provistos de casco y caparazón, de un «cuerpo doble». Tal vez se trataba de visitantes venidos de un planeta enteramente cubierto por las aguas. En un cilindro asirio, vemos al Akpallu llevando unos aparatos sobre la espalda y acompañado de un delfín.

Alejandro Polihistor dá fe de un repentino florecimiento de la civilización después del paso de Oanes, cosa que concuerda con las observaciones de la arqueología Sumeria.

El sumerólogo Thorkild Jacobsen, de la Universidad de Harvard, escribe:
«Súbitamente, cambia el panorama. La civilización mesopotámica, que estaba sumida en la oscuridad, se cristaliza. La trama fundamental, el armazón en el interior del cual tenía Mesopotamia que vivir, que formular las más profundas preguntas, que valorarse y valorar el Universo para siglos venideros, estallaron de vida y cumplieron su fin».
Cierto que, después de los trabajos de Jacobsen, se han descubierto en Mesopotamia restos de ciudades aún más antiguas, lo cual hace presumir una evolución más lenta. Sin embargo, persiste el misterio de los visitantes, reforzado por el estudio de los sellos cilíndricos asirios, en los que Sagan cree descifrar el Sol rodeado de nueve planetas, con dos planetas más pequeños en uno de los lados, así como otras representaciones de sistemas que muestran un número variado de planetas para cada estrella. La idea de los planetas girando alrededor del Sol y las estrellas no aparecen hasta Copérnico, aunque encontremos algunas especulaciones precoces de este orden entre los griegos.

La particular densidad de acontecimientos inexplicables, referidos por las leyendas del Próximo Oriente, plantea un problema. La Arqueología ha puesto al descubierto vestigios de tecnología, como el horno de reverbero de Ezeón Gober, en Israel, o el bloque de vidrio de tres toneladas enterrado cerca de Haifa.

La aparición, en esta región del mundo de técnicas, de ideas nuevas, de religiones, como si se tratase del crisol de la historia humana, suscita la siguiente pregunta:
¿Fueron escogidos estos lugares por los Maestros venidos de las estrellas?..¿Cómo y por qué?....

Sagan imagina cinco orígenes posibles de los visitantes:
  • Alfa del Centauro
  • Epsilon del Eridano
  • 61 del cisne
  • Epsilón del Indio
  • Tau de la ballena, a quince años luz de nosotros.
Y concluye:

«Historias como la leyenda de Oanes, y las figuras y textos más antiguos concernientes a la aparición de las primeras civilizaciones terrestres (interpretados hasta hoy, exclusivamente como mitos o desvaríos de la imaginación primitiva), merecerían estudios críticos más amplios que los realizados hasta la actualidad. Estos estudios no deberían rechazar una rama de investigación relativa a contactos directos con una civilización extraterrestre.»




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